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Carabanchel

by Raúl Querido

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1.
Me quedo solo Me quedo solo otra vez Y no me quejo Yo no me quejo Tantas preguntas Tanto silencio Es el momento Nuevo, neutro y normal Tantas preguntas Tanto silencio Es el momento Nuevo, neutro y normal Tantas preguntas Tanto silencio Es el momento Nuevo, neutro y normal Carabanchel Carabanchel Carabanchel Carabanchel Carabanchel Carabanchel Barrio Barrio Barrio Barrio Barrio Y ya está
2.
Pan Bendito 06:19
De aquellos polvos Vienen estos lodos Hay lodo, bombo Y hay purpurina Ya son años, ya Quizá semanas De perfecta soledad Tengo amigas Y están igual Todas sentadas A ambos lados de la red Toro Sentado escucha Hace callar. Mira… Batuka, cumbia y tam-tam Llevo una hora Buscando porno de verdad Algo que me llene Algo en lo que salga yo Los diarios ahora Se pierden al momento No encuentro aquel hilo Lo leí… mi vida cambió Llevo una hora buscando Música buena de verdad Como comprar un vinilo en los 70 Pero ahora sin pagar Llevo una hora Buscando porno de verdad Algo que me llene Algo en lo que salga y Los diarios ahora Se pierden al momento No encuentro aquel hilo Lo leí… mi vida cambió Debo llevar buscando Ya tres cuartos de mi vida, por lo menos Un consejo, que tatuarme Bien visible, en letra Cómic Sans Y de qué me sirve Que inventen la posverdad Si a media mañana Ya me puede la intensidad Y de qué me sirve Que algún cínico me invite a bailar Si me pisa igual el callo Me susurra y no lo quiero escuchar Y de qué nos sirve El alquiler vacacional Si nos toca una entreplanta Y la ventana nos invita a saltar Y de qué me sirve Que inventen la posverdad Si a media mañana Ya me puede la intensidad Y de qué me sirve Que algún cínico me invite a bailar Si me pisa el cuello, igual Me susurra y no lo quiero escuchar El dinero no es problema No lo es la soledad Coche y casa, sile, nole Ya le he dado a grabar El dinero no es problema No lo es la soledad Coche y casa, sile, nole Ya le he dado a grabar La vida empieza, avanza Mira ya por donde va Selección mundial sub-30 Selección natural Y de qué me sirve Que inventen la posverdad Si es media mañana Y ya me puede la intensidad De qué nos sirve El alquiler vacacional Nos toca entreplanta Y la ventana nos invita a saltar El dinero no es problema No lo es la soledad Coche y casa, sile, nole Ya le he dado a grabar El dinero no es problema No lo es la soledad Coche y casa, sile, nole Ya le he dado a grabar El dinero no es problema No lo es la soledad Coche y casa, sile, nole Ya le he dado a grabar El dinero no es problema No lo es la soledad Coche y casa, sile, nole Ya le he dado a grabar
3.
Quiero y no puedo Lejos del centro Espero la ola Playa de Madrid Te quiero y me quemo Flecha hacia adentro Círculo concéntrico La gentrificación Quiero y no puedo Lejos del centro Espero la ola Playa de Madrid Te quiero y me quemo Flecha hacia adentro Círculo concéntrico La gentrificación Quiero y no puedo Lejos del centro Espero la ola Playa de Madrid Te quiero y me quemo Flecha hacia adentro Círculo concéntrico La gentrificación Quiero y no puedo Lejos del centro Espero la ola Playa de Madrid Te quiero y me quemo Flecha hacia adentro Círculo concéntrico La gentrificación Quiero y no puedo Lejos del centro Espero la ola Playa de Madrid Te quiero y me quemo Flecha hacia adentro Círculo concéntrico La gentrificación Arde la tarde Vida entre muros Ciprés, cien Y olvido
4.
Esta canción va Contra todo lo malo Y a favor de tanto bueno De la sociedad Todos los artistas Deben tener conciencia Y la nuestra nos dice Que hay que avanzar Miramos porque sí Miramos hacia el futuro Son tantas las cosas Que dejamos atrás No te hagas la tonta Y haz ya tu lista En Suecia una niña Está a punto de llorar Miramos porque sí Apretamos los ojos Mientras tú duermes Otros despertarán Hagamos buen uso De los usos horarios La vena de mi frente Está a punto de estallar “Esto no es una canción de amor Esto no es una canción de amor más” Usamos canciones Somos expeditivos Una escoba, un soplete Una goma de borrar Los conciertos son igual Que misas ateas Asambleas, hemiciclos Un grupo de Whatsapp Hablamos claro siempre Sobre todo lo que nos sobra Lo que odiamos, aborrecemos Lo que dejamos sin likes Sonreímos en las fotos Lloramos en privado Yo me he hecho un tatuaje Ya nada nunca será igual “Esto no es una canción de amor Esto no es una canción de amor más” El odio, el amor Son sentimientos hermanos Son dos caras de la misma moneda Como se suele decir Esto no es una canción de odio Esto no es canción de amor ¿Es una canción política? Puede Es una canción con conciencia Y de repaso Y aquí Aquí va nuestra lista
5.
6.
Los coches de choque Las citas a ciegas Trabajar cada día y yo Que no puedo más Aguantar bajo el agua Sacar la cabeza El aire, el humo y yo Que no puedo más Las obras en casa El tren que no llega Firmar tantos cheques, no Yo ya no tengo más Y salgo de casa Cansado a rastrear Sigo huellas que me llevan Derecho a ningún sitio No hay nadie aquí Alrededor Dentro el eco El precipicio Y entre rosas secas Y nomeolvides Me dejé bien olvidados Nuestros abriles Eran tiempos dorados Lo he pensado mejor Fue un pasado mejor Mucho mejor Sentarse es difícil Si La silla te quema Y es que Yo soy mi impaciencia También Y ya no puedo más La vida es la vida Así Cantaba el poeta Y yo Te escucho en silencio Y tú Tú ya no hablas más Quererse es difícil Si Tu reflejo te niega Al fin Estoy aprendiendo Qué Que siempre quiero más Y tras un minuto de silencio Vengo y casi te confieso Que fui un perro compañero Que aprendí a ladrar Y a llorar y a robar Y a volver al hogar Para poder comer Lo que aprendí Después De resistir como pude Es que (Yo solo) Sólo sé seguir… seguir un poco más Y es que la vida No se parará Y es que la vida no Se parará Hasta el final Estoy contando Un, dos, tres y…

7.
El área más poblada de Madrid es Carabanchel. 260.196 personas viven, censadas en este distrito, al sur de la ciudad. Más habitantes que en capitales como A Coruña o Granada. Sus límites los marcan vías rápidas, entre Leganés y Arganzuela. Hay autopistas, está el río y también una gran avenida improbablemente transitada alguna vez por algún turista: la Vía Carpetana. Hasta la unificación y expansión franquista del gran Madrid, Carabanchel Alto y Carabanchel Bajo eran dos municipios aparte, anexionados en 1948 y que, en 1971, alumbrarían y “dejarían marchar” otros dos distritos más, Usera y Latina. Carabanchel es lo que se ha venido llamando “un barrio obrero”. Comillas, Opañel, San Isidro, Vista Alegre, Puerta Bonita, Buenavista y Abrantes, suenan a lo que son: una mayoría de viviendas modestas, en bloques de pisos levantados sobre un plano casi nunca ortogonal. Y una casi totalidad de familias e individuos, obligados a trabajar toda su vida. Normalmente, en las elecciones, en el distrito, ganaban o al menos resistían los partidos de izquierda. Recuerdo la primera vez que crucé, consciente y con memoria, de Arganzuela a Carabanchel. Recuerdo –aunque quizá mezclando varias primeras veces– algunos de los hitos que me parecieron fascinantes entonces, cuando ese barrio, a un puente de distancia del mío, pero de hecho separado por el Manzanares y la M30, me parecía lejanísimo. Las casas, todas con sus balcones cerrados para evitar el ruido, que daban a la autopista. El tono de las fachadas, pintadas muchas de ellas de amarillos pálidos terrosos y con ladrillo a la vista. Los edificios industriales, que también perduraban cerca de Acacias, junto a la vía, pero que al otro lado eran más numerosos y algunos mantenían la actividad. Y todo, teñido o visto a través del humo de los coches. Recuerdo los cines. Todos, los recuerdo de sesión continua. Entonces había varios. Mi favorito, casi en la glorieta de entrada al barrio, era el Cinema España. En la misma calle, General Ricardos, llegó a haber al menos dos más, el Cine Salaberry y el Cinestudio Los Ángeles. Este último es ahora una congregación cristiana evangélica; el Salaberry fue un bingo y ahora es un Mercadona. Recuerdo la tienda Colors, a la que nunca entré, pero que volví a ver recurrentemente a lo largo de los años y que aún seguía abierta cuando me vine a vivir al barrio, hace algo más de década. Con su letrero característico, un arcoíris de letras mayúsculas y con escaparates que enseñaban ropa que en su día fue moderna y que, con el paso de los años y el cambio de las costumbres, dejó de serlo. La ropa “de tendencia”, que se luce en Carabanchel hoy, se compra en las mismas tiendas del centro que atraen a turistas y a gente de otros barrios y pueblos. O se encuentra en alguno de los centros comerciales que quedan más a mano. Aunque aún siguió abierta varios años más, Colors cerró definitivamente y ahora es una clínica dental que parece franquiciada. Recuerdo Viva el Músculo, uno de los primeros puntos de venta de material y alimentos para fisicoculturismo. Con el mismo logo desde 1980: la parte superior del torso de un gran campeón de body building, marcando bíceps y silueteado en negro, sobre fondo verde que, si en los 80 era llamativamente moderno, en el siglo XXI había recobrado el carisma de lo “retro”. Viva el Músculo ha cerrado en 2020. Antes de venir a vivir a Carabanchel, un par de años antes de instalarnos, pasamos Amparo y yo por el barrio, a visitar un piso. Fue a pocas manzanas de distancia, casi en el mismo lugar en el que, después de la separación y de otros diversos encuentros y accidentes, de varios milagros menores y de algunas inmensas despedidas, sigo hoy. Aquí. Pensamos entonces, y creo que dijimos, que no nos vendríamos a vivir a esta zona. No sé qué fue lo que nos espantó entonces, pero estábamos más que equivocados. Diez años después, nada es exactamente lo mismo, salvo el cielo sobre Carabanchel: ese sí, es el mismo fondo para distinto escenario. Desde mi casa se sigue viendo casi medio Madrid, con sus amaneceres y atardeceres. Y bajando a la calle, alrededor de mi edificio, ha seguido y sigue ocurriendo lo mundano y también, puede que algo camuflado, lo extraordinario. ¿Cómo oponer resistencia a la inercia de la ciudad contra el cuerpo? La pelea por arrancarse uno de la pereza, sin salir del barrio, la fueron ganando –casi siempre– mis perros: la obligación de salir de paseo y la ilusión que siempre les hacía, además de que, en el sur, tenemos pocos lujos, pero también tenemos muchos parques cerca. Las aceras las limpian con menos frecuencia y la calzada está peor asfaltada, pero a un paseo de mi casa está no sólo el río, a veces saturado de domingueros, patinadores y ciclistas, sino también enormes zonas verdes como el parque de San Isidro, que se destaca entre cementerios (e incluye un tanatorio). A continuación –y ya saliendo del distrito– están la Cuña Verde y Caramuel. Junto a Plaza Elíptica está mi favorito, el de La Emperatriz. Si se cruza Usera está el Lineal –al paso del Manzanares por San Fermín- y si se profundiza en ese barrio, hacia Orcasitas está Pradolongo. Y, viajando hacia lo alto de Carabanchel, se suceden parques como la Finca de Vistalegre, el de los Ingenieros, el de la Volatería, el de Pan Bendito, el de Eugenia de Montijo o el de Las Cruces, aunque los estoy nombrando desordenados. Otra de las tentativas para ser más fuerte y tener mejor ánimo y aspecto, fue la de de retomar el gimnasio –también con varios a un pequeño paseo de distancia–, correr por la calle también, intentar la natación y perseverar con las pesas. Nunca ha sido un proyecto tan exitoso como yo hubiera querido, pero en un par de periodos fue casi brillante, casi obsesivo. En todo caso, me llevó por fin a Viva el Músculo. En casi diez años de visitas esporádicas he salido de la tienda con lotes casi nunca cuantiosos, pero que incluyeron varias bolsas y envases de proteína en polvo; algún suplemento, indicado para potenciar la quema de calorías o el rendimiento muscular; unos guantes, parecidos a unos mitones, que facilitan el agarre de las pesas y a las barras, sin que las manos se llenen de callos y mataduras; también un vaso mezclador, con el logo de Viva el Músculo y que, pienso, está destinado a ser un objeto de culto en el futuro. Y el carnet de cliente, que permite ir sumando el importe de las compras y obtener un descuento proporcional en el futuro. Una vez el dependiente, del que nunca he llegado a saber el nombre, me dejó pasar con los perros. Otra vez se excuso, y dijo que “el jefe” no lo autorizaba. El dependiente era una persona que se expresaba correctamente, sin brillantez, poniendo mucha atención en el otro al conversar. Hablaba exageradamente alto, como si su audición no fuera muy buena; y con énfasis, lo que transmitía la sensación de que le importaba hacerse entender y dejar cada cosa clara. La vez que me permitió pasar a la tienda con los perros, hablamos de lo mucho que se les quiere. Dinah, mi perrita mayor, ya estaba ostensiblemente enferma por aquel entonces, así que el dependiente, un hombre de mediana edad pero probablemente más cerca de los 60 que de los 40, refirió a como la muerte de su perro la había sentido más que la de su padre. Este tipo de comentarios a veces sobran o molestan, pero de él llegó con un tono confesional, honesto, sin egocentrismo ni malicia, claro. No era un lugar común: era su vida. Y era imposible recibirlo sino como la mejor muestra posible de identidad y empatía conmigo. Poco antes de que empezara el invierno pasado, Dinah murió. Fue una pérdida que lo cambió –que lo ha cambiado– todo, especialmente la medida del barrio y de mi espacio, y la importancia y el orden de los recuerdos compartidos y acumulados aquí. Y el ánimo, que también es un filtro de color, vivo o ahumado, y que se le aplica sin querer, a todo. Supongo que extrañamente –aunque yo siento que ha sido con una gran naturalidad– aquella conversación con el dependiente de Viva el Músculo, fue algo que empecé a recordar, de manera recurrente. No es que fuese reveladora en sí, pero debió de señalarse como un inesperado memento mori, aparejado y casi cosido a mí, pegado a una esquina bien visible, cerca de casa y que ha seguido apareciendo en mis desplazamientos por el barrio; bajando a coger el metro, a comprar fruta o, simplemente, cuando salía a pasear. Hace menos tiempo, vi por última vez al dependiente. La tienda había cerrado con la pandemia. Había pasado el confinamiento duro, las fases de alivio y nos íbamos aproximando a la llamada “nueva normalidad”. Yo no me había dado cuenta hasta entonces, pero la tienda la habían vaciado. No era difícil de entender lo que pasaba: Viva el Músculo, fundada en 1980, con tres décadas de funcionamiento ininterrumpido, ya no volvería a abrir en Carabanchel Bajo. Otra de tantas cosas que se ha terminado de llevar por delante este año que está siendo como una alucinación. No me importó mucho saber que me quedaría sin poder comprar Glutamina o Aminoácidos Ramificados con mi carnet de socio, y hacer valer el descuento acumulado. Me importó, pero acepté, saber que me quedaría sin saber el nombre del dependiente que no había llorado con la muerte de su padre, pero sí con la de el perro que, aún enfermo, se desvivió hasta su último día –según me había explicado– en ir a buscarle a la puerta, cuando llegó a casa. Al final, todas las personas necesitamos algo de amor, incondicional, algún punto de referencia, algún lugar y algún hito que, si acaso desaparece del mapa, nos convirtamos nosotros en quienes lo preserven. Seguir viviendo, estando, siendo memoria viva. La última vez que vi Viva el Músculo siendo Viva el Músculo, y a su dependiente siendo mi vecino, fue el día del último paseo, antes del final del confinamiento. “Y de repente de me despierto de un largo sueño. Y siento que estoy lejos muy lejos. Pero cuando vuelvo en mí Veo que sigo aquí” Si esperas lo suficiente, si eres de los que sobrevive, cada barrio se transforma –y cada casa, y cada cosa–; el barrio en una ciudad fantasma, y cada casa en un cementerio. En las primeras semanas del confinamiento, un coche negro, largo, se paró medio subido en la acera un día. No conozco a todos los vecinos de mi calle, como para saber a cuáles estamos echando de menos ahora, y ya siempre en cada momento. Eso fue entonces. ¿Y ahora…? Ahora voy a enterrarme, pero no voy a enterrarme. Voy a despedirme, pero no voy a despedirme. Voy a hacerlo todo, todo en mis propios términos. Mirando al cielo, y al suelo, y al paisaje –que siempre pasa– y algunas fotos, y me voy con ese libro –el que se empeñan en que sea para una isla desierta– y con mi película, la de tantas veces y tanto consuelo. Y vuelvo, y me quiebro, y resisto, y no quiero hablar con nadie y, en esta esquina, me recupero y sigo. Los mapas de la memoria dolorosa pasan por aquel portal, pasan por esta acera –que evito siempre que me sea posible–; evito el callejón, siempre o casi siempre. Y no es por el miedo a lo que me pueda encontrar. Es por la pena por lo que, seguro, ya no encontraré. Es que esta zona es todo lo contrario a una ciudad gótica. Por eso el drama sí conmueve. Grises sobrecogedores y la tragedia discreta, que queda al alcance de todos. Aquí nunca se corona héroe a quien sí consigue salir de ella. Pero se le tiene por amigo y, aunque no salga, se le quiere. Ahora fue entonces… en el último paseo, en el último antes de que se acabase el confinamiento. “Y de repente de me despierto de un largo sueño. Y siento que estoy lejos muy lejos. Pero cuando vuelvo en mí Veo que sigo aquí” La sensación de estar lejísimos, aquí mismo. Y vuelvo… 40 años: la juventud no dura tanto como se pretende ahora. Luego hay casos, claro. Han cerrado y desaparecido cines de sesión continua y salones de bodas, bautizos y comuniones; bingos y bingos automatizados; perfumerías de a granel donde también venden remedio rescate; de pronto incluso los bancos empezaron a cerrar sucursales... “Y de repente de me despierto…” Y me entierro. Me entero. Este barrio está lleno. De parques. De recuerdos. De cementerios. “Pero cuando vuelvo en mí…” Veo una ciudad inmensa, reducida a lo que yo quiero. Reducida a la escala en que no aplasta, ya ni oprime. Pero se clava. “Y de repente de me despierto…” La escala de una ciudad reducida a las coordenadas y la cuenta en metros de este último paseo. “Pero cuando vuelvo en mí…” A veces permaneces, cuidando a quien no está, descuidando a quien se queda. La sensación es la de estar lejísimos, aquí mismo. No morirse de golpe es también una forma de vida. Morderse o dejar que te muerdan, para despertar. Y sé que me muero, pero me muero en mis propios términos, en mi banco, en mi parque, sin salir del barrio, sin haber perdido la memoria, sin volver a hacer una canción alegre... Y no me muero: resurjo. Y resurjo en mis propios términos, de acuerdo con las normas, aparentemente; con el pelo más largo y más despeinado, más gordo, con las ojeras relucientes de tanto dormir; nunca en mi vida he estado más guapo, me parezco a mi; me parezco a mi barrio, una ciudad inmensa...

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‘Carabanchel’ es el primer disco de Raúl Querido completado trabajando mano a mano con un productor en su estudio. Guille Mostaza, en Álamo Shock, ha llevado la declaración de amor del músico madrileño por su barrio a nuevos terrenos sonoros. Un disco en el que la riqueza de matices no está reñida con la visceralidad poética.

Hay amor por la vida y por el mundo proclamado desde el barrio. Tras dos años desde la publicación ‘Pan Bendito’, su anterior lanzamiento y publicado también por El Genio Equivocado, Raúl Querido regresa con un personal recorrido por las calles de Carabanchel. Un retrato íntimo de la vida de barrio, que ha sido a su vez una reflexión creativa y personal de los procesos de producción más underground.

Paseando con Raúl nos encontramos ecos de shoegaze, bedroom pop, jugando con las intensidades para llegar a momentos de plena euforia. El recorrido que nos propone Raúl Querido no es un lineal: a las veces más conciso y directo con temas que estallan para ir directos a la pista de baile como “Nuevo Neutro y Normal”, momentos de reflexión más poética en “El Último paseo” o la nostalgia contenida de ” No me pasará”.

“Llevo enamorado de Carabanchel, mi barrio elegido desde hace casi década y media, bastante tiempo. No considero que le haya hecho aún el disco que me gustaría dedicarle. Pero sí creo que, el barrio, este tiempo en el barrio, y en particular el tiempo intenso reciente, me han inspirado el disco que ahora quería y necesitaba hacer. Por eso lo he llamado ‘Carabanchel’. No es un tratado, ni un ensayo. Creo que es un disco de pop-rock o algo parecido. Y, seguro, es un homenaje”.

‘Carabanchel’ se convierte en uno de los discos más intimistas del artista madrileño, cuidando cada detalle con precisión artesanal. A través de su propia experiencia Raúl Querido nos invita a viajar a una realidad tan suya, pero a la vez tan universal, de la vida de barrio en una gran ciudad.

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released November 25, 2022

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El Genio Equivocado Barcelona, Spain

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